martes, 16 de agosto de 2011

And her name was Lady Madeline...


Desde muy muy pequeña, siempre tuve una imaginación envidiable. Podía, recrear un libro conforme lo iba leyendo, y encontrarme de repente siendo espectadora en primera plana de lo que en él sucediese. Tambien podía imaginar que lo que yo más ansiaba, que era compañía, era real, amigos invisibles de toda índole poblaban mi, por entonces, inocente mente.

Aún hoy, cuando ya mi infancia murió cuanto tiempo atrás, y cuán precipitadamente, conservo algo de esa imaginación. Es el arma más letal que usa mi mente contra mí misma. Puedo, recibir la descripción de una persona e inmediatamente mi mente elaborará un retrato. En función de la persona, quedará grabado a fuego, o pasará a ser otro boceto más entre el rincón de papeles.
Por desgracia, además de ésto, ahora que ya no gozo de amigos invisibles, mi mente elabora enemigos, con estos bocetos de personas a quien no conozco, que no he visto en mi vida, pero de las cuales tengo una imagen mental que me es imposible borrar. Fantasmas que se pasean por mi mente dándome imágenes y sensaciones, con las que desearía poder estrellar todo lo que tengo contra la pared, a ver si a sí deja de doler...
Uno de éstos fantasmas me atormenta cada noche. Se recuesta en mi cama y me susurra al oido. Es un fantasmas femenino, de pelo castaño oscuro y ondulado, pero lo lleva liso casi siempre, ojos grandes y bonitos, como todo su ser en general. Al tan solo mirarla es palpable su superioridad a mi. En su mirada se oculta un brillo de inteligencia que solo es comparable a su mirada inocente. Físicamente, tiene el cuerpo que toda mujer podría desear. Va cubierta con un vestido de seda blanco, mientras yo llevo un pijama roto y sucio. Los volantes de sus finos ropajes parecen estar en continuo movimiento, eso es, deduzco, por lo etéreo de su situación, ya que tan solo yo la noto tan cercana como cualquier otra persona. Es entonces cuando dicho fantasma, comienza su tarea, la de minar mi autoestima y mi persona entera. Primero me susurra, confirmando mis dudas acerca de su superioridad, hasta su voz es fina y delicada. Parece el tipo de voz que supone la armonía de la vida. Entre sus monólogo solo distingo las palabras "felicidad" "conmigo"... Tras ello se sitúa delante mía y me mira directamente a los ojos, es entonces cuando empieza la tortura de verdad...
Él con ella, sonriendo, abrazándose, con cara de sorpresa, acariciándose, besándose, dándose arrullos...Es entonces cuando ella detecta que ya me ha hundido bastante por hoy...
Se va...nadie más puede verla irse...tan solo yo..
Adiós Lady Madeline, volveré a verte mañana.